martes, 3 de junio de 2008


ENCUESTIZACION

La encuestización de la política ha tomado partido por encima de las decisiones unitarias. Ya no es la preferencia real de los electores o la unidad en torno a un proyecto claro y a un liderazgo comprometido, ahora el asunto se remite a encuestas, que por cierto uno nunca sabe ni a quien responden ni si son reales de verdad.La manipulación de una encuesta es más o menos sencilla. Sólo tienes que determinar en qué zona exactamente y en qué estrato social de la zona a encuestar te interesan las entrevistas, y chaz, te da el resultado más o menos proyectado y esperado por el cliente. Ésta entre las menos sórdidas de las fórmulas posibles.La política con P mayúscula, como la llaman ahora, era justamente la que se guiaba por principios, por liderazgos, por proyectos políticos y populares concretos. No por la interpretación de tendencias que son determinadas por las encuestas; porque es que para un político una encuesta debe ser determinante de lo que debe cambiar, de lo que debe corregir o de cómo sus actos han determinado tales o cuales tendencias en la sociedad y cómo cambiar, pero jamás una encuesta puede decidir por el dirigente, por los políticos, por las ideologías y por los destinos del país.Seguro estoy de que en la Alemania Nazi, Hitler hubiera obtenido grandes apoyos en encuestas, pero, realmente ¿era eso lo que se merecía el pueblo alemán? Grandes debates podríamos hacer para reinventar la política con P mayúscula, pero la política, la que debemos hacer, es la que se guía por principios y por proyectos de país, que beneficia a las grandes mayorías y a los intereses del desarrollo nacional, no la que determinan necesariamente las encuestas. Sin embargo, son un instrumento fundamental para determinar lo que señalé anteriormente: tendencias.La participación democrática en primarias, por ejemplo, es la fórmula más viable para determinar la tendencia real en una sociedad, o de un sector de ella. Sin embargo, en este caso vamos a elegir a candidatos a gobernador y alcaldes para el proceso electoral venidero, y aún hay quienes, en el caso de Mérida es así, aparecen en unas encuestas con puntos altísimos, y en la gran mayoría de las otras con casi nada de aceptación, aunque perdiendo en todas. Lo que uno aquí se pregunta entonces es ¿cómo es posible que exista tanta discrepancia en una cosa que alguna gente da por infalible como las encuestas?Seguimos en nuestro caso encabezando todos los estudios, pero si de algo debemos estar claros es que no es éste el mecanismo que desterrará de la política venezolana a quienes quieren llegar al poder a costa de lo que sea, y son capaces de determinar su actuación a partir de “lo que quiere la gente” según la encuesta tal o cual, y no se montan en educar, en liderar y en dirigir al pueblo por los senderos de la lucha y el esfuerzo productivo para lograr construir colectivamente un país industrializado, desarrollado y productivo, que se enfile hacia un futuro mejor. Este proyecto jamás estará reflejado en una encuesta, y a este proyecto es que yo le apuesto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me preocupa la situación de las candidaturas de la oposición, creo que no llegaran a una unidad real. Lo que si es cierto es que no hay estructuras políticas fuertes con direccion y organización, en la cual todos sus participantes en lo interno respeten desiciones, que tengan claro los objetivos por los cuales se incorporan a un partido político, observo una anarquía en lo interno, generan una mala opinión pública, confunden, cansan, es como si estuvieramos en un tunel sin salida. Si tuvieramos partidos o movimientos serios, organizados, con un proyecto definido que no solo sea ganar elecciones sino militantes y simpatizantes que le den soporte a los mismos,muchas cosas cambiarián.Lo ideal sería que los lideres naturales se ganen el derecho a competir y no como la mayoria de seudolideres que deben pelearse para conseguir una designacion como candidato. Las encuestas poco resolveran este problema, porque son pocos los que entienden el peligroso y dificil juego de la política.